suerte de legitimación de la ira de Kiev, pues por primera vez, Rusia no tiene aliados en
Occidente (Milosevich-Juaristi, 2023). No obstante, la ofensiva ucraniana no ha avanzado
tan rápido como los líderes políticos han querido (Lopez, 2023).
El gobierno ucraniano sostiene que ha recuperado alrededor de 60 millas cuadradas de
Jersón (Lopez, 2023). Tras el motín mercenario en Rusia del 27 de junio de 2023, algunas
investigaciones han empezado a sugerir que de la ira ucraniana se puede sacar provecho
para motivar una fractura en los frentes militares y dentro de la población civil, porque
tanto militares como civiles, tienen familiares ucranianos. Lo anterior, puede generarle
una sensación y emoción de optimismo a Ucrania, el tiempo atmosférico le favorece,
pues aún tiene meses secos y soleados, y un suelo compacto antes de que las lluvias
dificulten los avances militares (Lopez, 2023). El motín de Wagner evidenció las fisuras
y debilidades del Kremlin y encontró vulnerabilidades en las defensas rusas de la frontera.
Entonces, atacar los símbolos provoca ira (Barnhart, 2020). A Ucrania, Putin le ha
vulnerado muchos de sus símbolos, no solo aquellos relativos a su identidad nacional,
historia o posición geográfica que ya son suficientes para experimentar dicha emoción.
También, algunos físicos que comprometen la vida de ciudadanos, e incluso, la seguridad
internacional (Austin, 2019). Entre ellos, está el ataque a la planta nuclear de Chernóbil,
la voladura de la represa de Kajovka y la de Zaporiyia, ataque que también llevó a cabo
Stalin en 1941, así como la peligrosa acción militar sobre la planta nuclear en Dniéper
(Ahn, 2023), la más grande de Europa. Todo lo anterior, hace parte de los repertorios
emocionales donde la ira cobra un especial sentido. En esta oportunidad, desde la orilla
ucraniana, se muestran respuestas agresivas frente a la defensa por la existencia (Tidy,
2022).
Irocracia, el gobierno desde la ira
La ira, como emoción política, ha sido objeto de estudio en la motivación de la violencia
étnica, la movilización del apoyo público y la toma de decisiones estratégicas. La ira es
una de las cuatro emociones clave — junto con el miedo, el resentimiento y el odio —
que pueden impulsar la violencia étnica (Schaller, 2005). Sin embargo, a diferencia de
las otras tres, la ira no es instrumental, no busca un fin específico, sino que surge como
un deseo de "arremeter" (Schaller, 2005; Seaton y Wu, 2023). Esta emoción se genera
en contextos de jerarquías étnicas y cambios políticos, donde la percepción de injusticia
puede llevar a un grupo a sentir resentimiento, miedo o, en casos de mayor intensidad,
ira. En ese sentido, la ira puede dirigirse hacia objetivos variables y no necesariamente
racionales, lo que la convierte en un factor impredecible en los conflictos étnicos. Es
importante destacar que estas emociones, incluida la ira, no son meros impulsos
irracionales, sino respuestas a interpretaciones de la realidad basadas en información y
creencias (Schaller, 2005).
Para Seaton y Wu (2023) la ira desempeña un papel crucial en la formulación de políticas
exteriores y la movilización del apoyo público. Los líderes políticos a menudo utilizan la
ira para persuadir a la ciudadanía de respaldar acciones militares. Un ejemplo
emblemático es el caso de la Guerra de Irak, donde el presidente George W. Bush empleó
un lenguaje cargado de emociones negativas, como el miedo y la ira, para justificar la
invasión en la lucha global contra el terrorismo (Rapoport, 2022). La investigación de
Seaton y Wu muestra que la ira, puede ser más efectiva para movilizar el apoyo público