OBSERVARE
Universidade Autónoma de Lisboa
e-ISSN: 1647-7251
VOL. 16, Nº. 1
Mayo-Octubre 2025
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IROCRACIA EN LA GUERRA ENTRE RUSIA Y UCRANIA
ANGERCRACY IN THE RUSSIA-UKRAINE WAR
CÉSAR NIÑO
cnino@unisalle.edu.co
Profesor asociado del área de Política y Estudios Globales de la Facultad de Economía, Empresa y
Desarrollo Sostenible de la Universidad de La Salle (Colombia). Es doctor en Derecho
Internacional por la Universidad Alfonso X el Sabio (España) y estudiante de doctorado en
Estudios Internacionales en Paz, Conflictos y Desarrollo en la Universitat Jaume I (España). Es
investigador senior ante MinCiencias de Colombia y pertenece al Grupo Interdisciplinar en Política
y Relaciones Internacionales de la Universidad de La Salle. Ha sido profesor visitante en la
Universidad Camilo José Cela, Madrid. Sus dos más recientes publicaciones son: Shared
Sovereignties and Criminal Governances in the Context of the Pandemic in Colombia. Trends in
Organized Crime, 120. https://doi.org/10.1007/s12117-024-09535-3; Why Has Peace Not
Come to Colombia? Between Total Peace and Armed Peace. Journal of Strategic Security,17(2),
7788. https://doi.org/10.5038/1944-0472.17.2.2209
Resumen
Los estudios más recientes en Relaciones Internacionales han dado un giro epistemológico
donde se incluyen aspectos no tradicionales para explicar la política internacional. El
involucramiento de las emociones permite ampliar los instrumentos de análisis y herramientas
de comprensión sobre el comportamiento de los actores internacionales. A partir de la
hibridación de la ira como emoción negativa con el régimen político autocrático, este artículo
propone el concepto de la irocracia como una característica en las formas de gobernar y de
interactuar de los líderes autoritarios. La propuesta se concentra en el caso de estudio de la
invasión de Rusia a Ucrania de 2022. ¿Rusia y Ucrania son Estados iracundos? Esta
investigación comprueba que la ira es un marco útil dentro de las Relaciones Internacionales
para interpretar las acciones hostiles entre Moscú y Kiev. A través de la revisión de literatura
especializada, se utilizaron fuentes primarias y secundarias para sugerir que, mientras
Vladimir Putin es un irócrata al gobernar desde la ira, Volodymyr Zelensky gobierna con ira
tras la agresión. Para afirmar lo anterior, la ira se entiende como una emoción negativa,
experimentada subjetivamente como un estado de antagonismo hacia algo que se percibe
como fuente de un evento adverso. La percepción de la amenaza o violación de la identidad
existencial, activan la ira como mecanismo de respuesta y defensa, que eventualmente, se
traduce en agresión contra el otro. Entonces, Rusia y Ucrania son Estados iracundos.
Finalmente, este análisis pretende ofrecer algunas ideas que pueden servir para continuar el
análisis de las Relaciones Internacionales desde las emociones, particularmente desde la ira..
Palabras clave
Irocracia, Rusia, Ucrania, emociones, Relaciones Internacionales.
Abstract
The most recent studies in International Relations have given an epistemological turn where
non-traditional aspects are included to explain international politics. The involvement of
emotions allows us to broaden the instruments of analysis and tools for understanding the
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Irocracia en la Guerra Entre Rusia y Ucrania
Angercracy in the Russia-Ukraine War
César Niño
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behavior of international actors. Based on the hybridization of anger as a negative emotion
with the autocratic political regime, this article proposes the concept of angercracy as a
characteristic in the ways of governing and interacting of authoritarian leaders. The proposal
focuses on the case study of Russia's 2022 invasion of Ukraine. Are Russia and Ukraine angry
states? This research proves that anger is a useful framework within International Relations
to interpret hostile actions between Moscow and Kiev. Through the review of specialized
literature, primary and secondary sources were used to suggest that, while Vladimir Putin is
an angercrat by governing from anger, Volodymyr Zelensky governs with anger after
aggression. To assert the above, anger is understood as a negative emotion, subjectively
experienced as a state of antagonism toward something that is perceived as the source of an
adverse event. The perception of threat or violation of existential identity activates anger as
a response and defense mechanism, which eventually translates into aggression against the
other. Thus, Russia and Ukraine are angry states. Finally, this analysis intends to offer some
ideas that may serve to continue the analysis of International Relations from the point of view
of emotions, particularly from the point of view of anger.
Keywords
Angercracy, Russia, Ukraine, emotions, International Relations.
Cómo citar este artículo
Niño, César (2025). Irocracia en la Guerra Entre Rusia y Ucrania. Angercracy in the Russia-Ukraine
War. Janus.net, e-journal of international relations. VOL. 16, Nº. 1. Mayo-Octubre 2025, pp. 159-
176. DOI https://doi.org/10.26619/1647-7251.16.1.8.
Artículo recibido el 7 de diciembre de 2023 y aceptado para su publicación el 10 de
febrero de 2025.
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Angercracy in the Russia-Ukraine War
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IROCRACIA EN LA GUERRA ENTRE RUSIA Y UCRANIA
ANGERCRACY IN THE RUSSIA-UKRAINE WAR
CÉSAR NIÑO
Introducción
La decisión de un Estado de agredir a otro y las dinámicas del comportamiento de los
actores que influyen en la seguridad internacional, están supeditadas a las emociones
humanas, solo que poca atención han tenido en los estudios de las Relaciones
Internacionales (RI) (Crawford, 2000). Su tratamiento tangencial en la literatura
académica dentro de las RI supone un protagonismo de la generalización de la
racionalidad como balance entre costos y beneficios de las acciones (Banton, 1995;
Crawford, 2000).
Con base en lo anterior, Brent Sasley (2013) identifica tres enfoques que explican el
papel de las emociones dentro de los campos de estudio de las RI. El primero asume al
Estado como una entidad unitaria e indivisible que no tiene en cuenta las fuerzas
exógenas que influyen en los tomadores de decisiones. El segundo enfoque se centra en
el estudio del comportamiento de los líderes de un Estado (Brecher, Steinberg, y Stein,
1969). Esta perspectiva resalta en los análisis de la política exterior contemporáneos
porque equipara las funciones estatales con las humanas (Wendt, 2004). El tercer
enfoque, aborda las emociones al considerar a los Estados como avatares de
convergencia dentro de lo biológico mental de los individuos y los intereses grupales para
su interacción en el sistema internacional (Sasley, 2013; Steele, 2014). Entonces, los
dos últimos enfoques funcionan como marcos para concebir a la ira como herramienta
emocional explicativa del comportamiento de los Estados. Lo anterior reafirma la tesis de
Rupert Brodersen (2018) de que hay un “giro emocional” en las RI.
La ira, para efectos de este artículo, se entiende como una emoción negativa,
experimentada subjetivamente como un estado de antagonismo hacia algo que se
percibe como fuente de un evento adverso (Novaco, 2017). La percepción de la amenaza
o violación de la identidad existencial, activan la ira como mecanismo de respuesta y
defensa, que eventualmente, se traduce en agresión contra el otro (Novaco, 2017;
Butler, 2021). Es una emoción que no se puede conjugar como una acción, pero las
determina.
Por consiguiente, para Alexander Wendt (2004; 1995), los Estados son producto de las
construcciones sociales y estas a su vez, por imaginarios identitarios de las personas de
una comunidad. Si los individuos de una sociedad experimentan y sufren emociones,
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entonces los Estados también. Si lo anterior es cierto, la ira puede ser un marco
explicativo del comportamiento de los Estados a través de sus líderes políticos. De ahí
surge un cuestionamiento: ¿Rusia y Ucrania son Estados iracundos? El objetivo principal
es, por tanto, comprobar que la ira es un marco útil dentro de las RI para interpretar las
acciones hostiles entre Rusia y Ucrania.
Para responder lo anterior, este artículo está construido de la siguiente manera. En
primer lugar, se analiza el papel de la ira en las RI contemporáneas. En esta sección, con
algunos ejemplos tanto de finales del siglo XX como de inicios del XXI, se explica cómo
la “diplomacia de la ira” ha estado presente en algunos acontecimientos en los que las
potencias se han visto involucradas. La segunda sección se trata del caso de estudio de
este artículo. Alse sugiere que la guerra entre Rusia y Ucrania iniciada en febrero de
2022, se explica desde las iras en pugna. En tercer lugar, se propone el concepto de
irocracia” como una suerte de gobierno desde el estado de la ira.
Aproximación metodológica
Este estudio parte de un enfoque metodológico transdisciplinar que combina el análisis
de fuentes primarias y secundarias, junto con la revisión de reportes oficiales, para
examinar el papel de la ira como mecanismo político en el contexto de la guerra de
agresión de Rusia contra Ucrania, iniciada en febrero de 2022. La investigación se nutre
de documentos gubernamentales, declaraciones oficiales, discursos políticos, análisis de
expertos y cobertura mediática, lo que permite una reconstrucción detallada de los
eventos y las narrativas emocionales que han caracterizado este conflicto. Además, se
incorporan reflexiones y hallazgos derivados de un proyecto previo sobre la política
exterior rusa, centrado en la construcción discursiva del "enemigo" como herramienta de
legitimación política.
El caso de la denominada "operación militar especial" lanzada por el gobierno ruso sirve
como eje central para explorar cómo la ira entendida como una emoción política ha
sido instrumentalizada para justificar acciones bélicas, movilizar apoyo doméstico y
consolidar narrativas de confrontación. A través de una lectura transdisciplinar que
integra perspectivas de las Relaciones Internacionales, la psicología política y los estudios
de emociones, este trabajo busca ofrecer un marco analítico innovador para comprender
el papel de las emociones en la política global contemporánea.
La ira en las Relaciones Internacionales contemporáneas
A través de la construcción epistemológica en las RI, las emociones, especialmente la
ira, han estado presentes pero marginadas del foco teórico convencional. Esta ha pasado
desapercibida como categoría analítica, incluso como forma de interacción en la política
exterior y en los mecanismos mediante las cuales los Estados han hecho la guerra
(Sasley, 2013).
El inicio del siglo XXI tuvo emociones marcadas que ameritan una especial atención desde
las RI. Dominique Moïsi (2009), sugirió que la geopolítica contemporánea se caracteriza
por un choque de emociones. Afirmó que Occidente, tras el 11 de septiembre de 2001,
está gobernado por el miedo, mientras que Oriente experimenta humillación y odio, pero
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en algunos casos, esperanza (Moïsi, 2009). Por su parte, Joslyn Barnhart (2020) apunta
a que los Estados que sufren eventos humillantes tienen más probabilidades de
involucrarse en conflictos armados con el propósito de restaurar su imagen e identidad,
es el caso de Alemania tras la Primera Guerra Mundial y su explosión iracunda que
conlleva a la Segunda.
El siglo XXI ha traído nuevas preocupaciones que se desmarcan de los cánones
tradicionales de los enfoques teóricos de las RI. Mientras las clásicas perspectivas
académicas mostraron que las guerras eran producto de motivaciones expansionistas
(Clausewitz, 1989), ansias de control territorial (Rose, 1998), rivalidades entre la noción
de amigo-enemigo (Schmitt, 2009; Eco 2011) y de equilibrios naturales dentro de un
sistema internacional anárquico (Morgenthau, 1949), las nuevas aproximaciones
sugieren que las emociones, como el amor (Hartnett, 2023) y especialmente la ira, tiene
un protagonismo relevante en la seguridad internacional y la diplomacia. Esto porque las
emociones son las que mueven las decisiones de los individuos en la conducción del
Estado y forjan las interacciones de los actores en el sistema internacional.
Por un lado, Brent Sasley (2013) sostiene que los académicos recientemente han buscado
explorar los efectos de los estados emocionales de formas s explícitas en la política
internacional (Koschut, 2022), por ejemplo, Liane Hartnett (2023) sugiere que el amor
desempeña una función de orden al proporcionar significado y propósito a los acuerdos
políticos. Por otra parte, Daniel Drezner (2022) advierte que las naciones ansiosas, son
naciones peligrosas. En efecto, a propósito de la ira, Drezner menciona que los autores
clásicos como Tucídides, Hobbes o Maquiavelo la tuvieron en cuenta, pero de forma
marginal en sus reflexiones filosóficas y de teoría política. Por otro lado, Todd Hall (2011),
construyó el concepto de la “diplomacia de la ira”. Esta entendida como la acción que los
líderes políticos eligen en respuesta a una supuesta violación contra su identidad o
existencia. Su análisis tuvo como caso de estudio la crisis diplomática del Estrecho de
Taiwán (1995-1996). Allí explicó que, tras presiones de las élites políticas
estadounidenses, el gobierno de Bill Clinton recibió de manera oficial al entonces
presidente de Taiwán, Lee Teng-hui.
Lo anterior motivó la ira de la República Popular de China tras su estrategia diplomática
de aislar a Taipéi del sistema internacional (Bi, 2010). Para Beijing, la invitación de
Washington fue una violación y una agresión a los acuerdos de la política de “Una sola
China”. La ira de Jiang Zemin se tradujo en ejercicios militares y una fuerte retórica hostil
sobre Taiwán y el resto de Occidente (Hall, 2011; Bi, 2010).
Para Kai He y Huiyun Feng (2009), Taiwán es uno de los puntos más peligrosos para la
seguridad internacional tras el fin de la Guerra Fría. De hecho, según los autores, los
estudiosos de la continua crisis entre Beijing y Taipéi la han explicado desde dos
argumentos principales (He y Feng, 2009, p. 502). La primera es la teoría de la
“diplomacia coercitiva” (Ross, 2000), que sugiere que la demostración de fuerza de China
es una estrategia de disuasión para oponerse a la independencia de Taiwán. La segunda
es el modelo “militar agresivo” (Scobell, 2000), que explica que las acciones militares de
China contra Taiwán están impulsadas por líderes militares chinos de línea conservadora
apoyados por el consenso de las élites civiles (He y Feng, 2009). En últimas, ambos
enfoques convergen en una manifestación de ira como respuesta a la sensación de
violación de la integridad de la idea china.
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De esa manera, la diplomacia de la ira tiene su propia lógica, inercia y trayectoria que
responde a una vulneración percibida (Hall 2011, p. 522). La ira se convierte en una
herramienta sólida para explicar el comportamiento de algunos Estados a través de sus
líderes (Brecher, Steinberg, y Stein, 1969; Banton, 1995), especialmente en la guerra
(Hall, 2011). En ese sentido, las emociones subyacen a las creencias y a la toma de
decisiones racionales (Agnew, 2014; Mercer, 2010). La diplomacia de la ira también
puede constatarse en varios ejemplos contemporáneos. Para empezar, la respuesta
desproporcional y asimétrica de Estados Unidos tras los ataques terroristas del 11 de
septiembre de 2001. Allí, George W. Bush asumió una violación a la identidad
estadounidense y percibió una amenaza existencial que se tradujo en una respuesta
iracunda (van Wyk, 2017): una guerra global contra el terrorismo que permitió la
invasión a Afganistán de 2001 y posteriormente, con nuevos pretextos de armas de
destrucción masiva, la intervención en Irak de 2003 (Asad, 2010). Otro caso relevante,
está en las acciones que se llevaron a cabo por parte de Israel en la Segunda Guerra del
Líbano de 2006 para definir un enemigo (Hall, 2011; Tzabag, 2013). Ese enemigo era
asimétrico y sobre él se depositó la ira de Israel por medios militares (Tzabag, 2013).
El 7 de agosto de 2008, tropas de Georgia atacan a Osetia del Sur desatando la ira de
Rusia. Moscú sintió vulnerada su seguridad a través de una violación a su soberanía por
delegación, pues Osetia del Sur se había autoproclamado república prorrusa desde 1992
(Fawn, 2012). En esta oportunidad, el presidente georgiano Mijeíl Saakashvili, sintió ira
por los movimientos separatistas y preparó la operación militar “Campo Limpiocontra
Moscú para recuperar el territorio. Por su parte Rusia, bajo el liderazgo del presidente
Dmitri Medvedev, lanzó un ataque sobre Georgia con la premisa de ser una “intervención
legítima” (Karagiannis, 2013). Luego de cinco días, la ira de Moscú por medio de
mecanismos militares se impuso sobre Tiblisi, evento que le sirvió para redefinir sus
fronteras. Bajo los anteriores contextos, la ira se ha producido bajo la percepción de
amenaza existencial y es vehículo de agresiones armadas para reestablecer las lógicas
de identidad y configurar un imperativo moral (Brodersen, 2018).
Rusia y Ucrania: ¿Iras en pugna?
Ira rusa
La ira como emoción humana no distingue tendencia política ni ideológica (Reis-Dennis,
2019). Sin embargo, Peter Calvert (2000) aseguró que la ira tiene un protagonismo
particular en los regímenes autoritarios porque es una motivación clave para diseñar la
política y, a menudo, funciona para justificar el uso de la agresión física para crear un
orden relativamente mejor (Calvert, 2000). Mientras que, en los regímenes
democráticos, la ira paraliza la política y erosiona los niveles de confianza en las
instituciones (Webster, Connors, y Sinclair, 2022). Lo anterior es la base para
comprender que, a través de la ira, Rusia como régimen no democrático, ha construido
su enemigo en Ucrania para redefinir su posición ontológica en el mundo (Niño, d’Auria,
y Pinto, 2023).
El 24 de febrero de 2022, el presidente ruso, Vladimir Putin, anunció el inicio de la
“operación militar especial”. Se trató de un plan de agresión militar sobre Ucrania que,
en principio, consistió en la conquista territorial de ese país y la caída del régimen de
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Volodymyr Zelensky. La decisión del Kremlin de invadir a Kiev es el resultado de
emociones mediante las cuales Moscú sintió violaciones y agresiones a su integridad. Las
emociones desde Rusia se configuran bajo tres dimensiones. El miedo porque Rusia teme
que Ucrania se una a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), rabia porque
el gobierno de Putin está enojado por el apoyo ucraniano a los separatistas en el Donbás,
y, finalmente, venganza porque Moscú quiere cobrar por el derrocamiento del presidente
prorruso Viktor Yanukovich en 2014. Como respuesta, a través de mecanismos militares,
la ira del gobierno ruso se tramita por medio de la decisión de agredir a Ucrania.
Elias Götz y Jørgen Staun (2022) subrayaron dos motivaciones de Rusia para atacar a
Ucrania. La primera responde a un sentimiento de vulnerabilidad frente a Occidente,
traducida en el acercamiento e intención de Ucrania por pertenecer a la OTAN. La
segunda motivación tiene que ver con la idea de su derecho a un estatus de gran poder
(Dunford, 2023). De tal suerte, Putin percibió la inercia de Ucrania hacia Occidente como
una gran amenaza tanto para los intereses de seguridad de Rusia como para sus
aspiraciones de estatus (Götz y Staun, 2022; Heisbourg, 2023). Producto de lo anterior,
Moscú entró en ira y se radicalizó frente a la coexistencia con un actor que concibe como
un otro a destruir (McFaul y Götz, 2020).
La ira de Rusia hacia Ucrania se puede rastrear en las desconexiones territoriales tras el
fin de la Unión Soviética. Desde el régimen de Stalin, la visión sobre lo extranjero ha sido
de prevención y de amenaza, por tanto, cuando Ucrania se independiza en 1992, se
convierte en su enemigo (Melnikova, 2013; Niño, d’Auria, y Pinto, 2023). Un actor que
materializa la ira del Kremlin incluso en la idea de asegurar oficialmente que Ucrania no
existe (The Ministry of Foreign Affairs of the Russian Federation, 2023). Tras el
establecimiento de Ucrania como Estado independiente, surgieron grupos de extrema
derecha que se inspiraron en el legado nacionalista previo. Durante las tres décadas
siguientes, se produjeron divisiones y conflictos en torno a la orientación estratégica y
geopolítica de Ucrania (Dunford, 2023; Mankoff, 2022). Una cuestión que vulneró las
sensibilidades rusas, pues la ira actual de Putin se alimenta de una nostalgia imperial. En
efecto, las formas del gobierno ruso para interactuar con Ucrania están determinadas por
las toxicidades de Putin como autócrata. Ucrania es el actor referente y material en el
que convergen las emociones más negativas del gobierno ruso contemporáneo, de hecho,
el ascenso del ruscismo como práctica totalitaria, sugiere una sistematicidad en la
reproducción de iras en aras de la destrucción del otro (Meyer, 2022; Reuters, 2022).
La operación militar especial de 2022 fue la respuesta a la sensación rusa de
vulnerabilidad de la identidad imperial de Moscú que venía tomando forma desde 2014
(Doris y Graham, 2022). Una apuesta por la destrucción total como la que ocurrió en la
toma de Grozni en 1999 (Pilloni, 2000). En mayo de 2014 el gobierno de Vladimir Putin
invade y anexa Crimea a su territorio produciendo que grupos separatistas prorrusos
reclamaran la creación de la República Popular de Donetsk y la República Popular de
Lugansk (Barbashin y Thoburn, 2014). En julio de ese mismo año, los separatistas
derribaron un avión civil sobre Ucrania con un sistema de misiles llamado Buk TELAR que
fue suministrado por el Kremlin (Luxmoore, 2023; The Associated Press, 2023). Lo
anterior motivó a que Ucrania solicitara el respaldo de Occidente, y en 2017 Washington,
bajo la administración de Donald Trump, aprueba la primera venta de armas defensivas
a Kiev, situación que se mantiene en 2023 bajo el gobierno de Joseph Biden (Garamone,
2023).
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La ira rusa se agudizó en abril de 2019 cuando en Ucrania es elegido presidente
Volodymyr Zelensky con la promesa de recuperar la zona del Donbás (Lynch, 2019). Por
eso, a partir de ese momento, el gobierno de Putin asumió a la administración de
Zelensky como la forma más concreta de vulneración de su proyecto político (McFaul,
2020; Grachev, 2005). Entre 2019 y 2021, Moscú acumuló tropas y armamento pesado
en la frontera con Ucrania y dispuso del territorio de Belarús para abarcar mayor espacio
militarizado. Solo hasta diciembre de 2021, Rusia hace públicas sus condiciones para
reducir la tensión militar en la zona, que Ucrania desista de su intención de adherirse a
la OTAN y que ésta retire sus tropas de Europa del Este. Las peticiones rusas no se
cumplieron y tras eso, en febrero de 2022 Vladimir Putin reconoce la independencia de
Donetsk y Lugansk para lanzar una invasión sobre nueve regiones en Ucrania
(Presidencia de Rusia, 2022). Entonces, la tesis rusa es que Ucrania es un país dividido,
y, por tanto, Rusia sostiene que su operación militar especial se basa en la necesidad de
liberar las regiones prorrusas y traerlas de vuelta a donde pertenecían originalmente
(Carment y Belo, 2022; Niño, d’Auria, y Pinto, 2023). Desde la invasión, la sistematicidad
de los ataques sobre el territorio ucraniano ha mostrado la posición agresiva y ofensiva,
especialmente sobre objetivos civiles, una muestra de un régimen iracundo.
La posición oficial de Rusia consiste en sostener que se debe eliminar todo tipo de
configuraciones occidentales que perturben el sistema de valores espirituales y morales
tradicionales rusos (The Ministry of Foreign Affairs of the Russian Federation, 2023).
Significa que la ira rusa pasa por Ucrania, pero no termina con la destrucción de ella. La
ira de Moscú ha pretendido generar un miedo suficiente que desborde las fronteras
ucranianas y atemorice a Occidente, por eso en marzo de 2022 los ataques rusos sobre
la ciudad de Chernóbil que dejaron sin electricidad a la región recordaron la tragedia
nuclear de 1986 (Tobias, 2022). Las acciones hostiles del Kremlin han provocado una
masiva migración ucraniana sobre Europa, pero también ha habido una ira de la sociedad
rusa por las agresiones de su gobierno. De hecho, se nota por primera vez que
ciudadanos de un Estado agresor huyen de la guerra, migran porque su país ha invadido
a otro y no porque sean víctimas de una invasión extranjera. Las cifras son comparables
con la huida de personas dentro del marco de la Revolución Bolchevique de 1917 y del
colapso de la Unión Soviética en 1991 (Ebel y Llyushina, 2023). La ira ciudadana es el
resultado de una sensación de vulneración de la identidad y existencia tanto individual
como colectiva por las acciones de un gobierno. De continuar así, la erosión de la
identidad civil rusa puede llevar a la desaparición de la nación rusa: un Estado sin nación.
Tras la cumbre de la OTAN de 2023 en Lituania, en la que se acepta el ingreso a la
organización de Suecia, la postura iracunda de Putin se incrementó. Su decisión de poner
arsenal nuclear y desplegar grupos paramilitares en Belarús preocupa a Europa. Por eso,
en julio de 2023 Polonia reaccionó y movilimilitares al este del país, hecho que produjo
una reacción de frases públicas que se enmarcan dentro del sarcasmo y la ira de Putin:
“Rusia utilizará todos los medios a su alcance para defender a Belarús”, “Polonia busca
invadir Minsk”, “desencadenar una agresión contra Belarús significaría un ataque contra
la Federación Rusa”, "Los territorios occidentales de la actual Polonia son un regalo de
Stalin a los polacos, ¿se han olvidado de esto nuestros amigos en Varsovia?...Se lo
recordaremos" (Roth, 2023).
En las frases dichas por Vladimir Putin, la ira se muestra en varios aspectos. Por ejemplo,
el uso de palabras como "agresión", "amenaza" y "ataque" sugiere que Putin está molesto
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por la situación actual. Además, el uso de frases retóricas como "¿se han olvidado de
esto nuestros amigos en Varsovia?" sugiere que Putin está tratando de provocar a Polonia
y hacer de la evidencia histórica un instrumento intimidatorio para una eventual agresión.
Ira ucraniana: defensiva y ofensiva
Ucrania es una nación en trauma y con una ira manifiesta por la supervivencia (Lyons,
2023). Su ira es el resultado de las acciones de un Estado ruso matoneador (Shevstosva,
2021) que ha sido capaz de invalidar el derecho a existir de Ucrania (Vidmar, 2015).
En esta oportunidad, la ira ucraniana es efecto del intento de sustracción de su identidad
nacional e individual. Una inseguridad ontológica que pasa por comprender que, si Moscú
deja de atacar, Rusia y su élite seguirán existiendo, pero si Ucrania depone las armas,
ésta desaparece (Lyons, 2023; Snyder, 2022). El cálculo emocional del gobierno de Putin
fue traumar a la nación ucraniana para tener una ventaja militar. Una estrategia de
desgaste moral que haría que su enemigo sintiera su abstracción identitaria y cediera
terreno para ser ocupado por las tropas del Kremlin. Sin embargo, ha sido todo lo
contrario.
La nación ucraniana bajo el liderazgo del presidente Volodymyr Zelensky, ha logrado
tramitar la ira en resistencia para la supervivencia. Hay una construcción de seguridad
ontológica determinada que brinda la identidad de su lugar en el mundo (Browning y
Joenniemi, 2017; Krickel-Choi, 2022). La superioridad militar rusa no ha sido
directamente proporcional a la intención inicial de la operación militar especial, que
Ucrania cayera en 72 horas. La explicación, entre otras, tiene que ver con la capacidad
creativa de la resistencia ucraniana, que es más del círculo civil que del militar (Costello
y Mlronova, 2022). Mientras para Rusia la ira que justifica la invasión sobre Ucrania
reposa en el gobierno del Kremlin, la ira ucraniana es colectiva, popular, ciudadana y se
justifica a partir de su derecho a existir. Por ejemplo, en Melitopol, una de las ciudades
más grandes capturadas por Rusia en marzo de 2022, Putin ordenó el secuestro del
alcalde Ivan Fyodorov, de etnia rusa, para poner un delegado suyo al mando. La situación
provocó reacciones violentas de la ciudadanía y en las calles la gente gritaba Libertad
para el alcaldey Los soldados rusos son ocupantes fascistas” al tiempo que ondeaban
banderas ucranianas (Filseth, 2022). Aquel episodio mostró el inicio de resistencias
ciudadanas y posturas colectivas que respaldaron las decisiones del gobierno ucraniano
de luchar contra la agresión rusa.
Con base en lo anterior, poniendo el foco en la perspectiva de Ucrania, la ira que resiste
es una configuración de geopolítica cotidiana (Wolfe et al., 2023). Durante los primeros
seis meses de la invasión, la posición de Kiev era defensiva, pero a partir de agosto de
2022, dentro del marco de la batalla de Jersón, se convirtió en ofensiva. La resistencia e
ira de los ucranianos ha impulsado avances tácticos en la recuperación de terreno
invadido por Moscú. Pasar de la defensa al ataque significa la elaboración de un proceso
lo suficiente motivador: la necesidad de pervivir. Desde el gobierno ucraniano ha habido
una iniciativa de enviar aviones no tripulados para el reconocimiento y ataque dentro de
Rusia (Psaropoulos, 2023). Esa situación ha provocado temores en el Kremlin por la
capacidad destructiva y el pánico colectivo. La ira de Ucrania se ha convertido en el
vehículo para sostener la ofensiva bajo el apoyo militar y moral de Occidente (República
Federal de Alemania, 2023). El respaldo de las potencias de la OTAN es, entre otras, una
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suerte de legitimación de la ira de Kiev, pues por primera vez, Rusia no tiene aliados en
Occidente (Milosevich-Juaristi, 2023). No obstante, la ofensiva ucraniana no ha avanzado
tan rápido como los líderes políticos han querido (Lopez, 2023).
El gobierno ucraniano sostiene que ha recuperado alrededor de 60 millas cuadradas de
Jersón (Lopez, 2023). Tras el motín mercenario en Rusia del 27 de junio de 2023, algunas
investigaciones han empezado a sugerir que de la ira ucraniana se puede sacar provecho
para motivar una fractura en los frentes militares y dentro de la población civil, porque
tanto militares como civiles, tienen familiares ucranianos. Lo anterior, puede generarle
una sensación y emoción de optimismo a Ucrania, el tiempo atmosférico le favorece,
pues aún tiene meses secos y soleados, y un suelo compacto antes de que las lluvias
dificulten los avances militares (Lopez, 2023). El motín de Wagner evidenció las fisuras
y debilidades del Kremlin y encontró vulnerabilidades en las defensas rusas de la frontera.
Entonces, atacar los símbolos provoca ira (Barnhart, 2020). A Ucrania, Putin le ha
vulnerado muchos de sus símbolos, no solo aquellos relativos a su identidad nacional,
historia o posición geográfica que ya son suficientes para experimentar dicha emoción.
También, algunos físicos que comprometen la vida de ciudadanos, e incluso, la seguridad
internacional (Austin, 2019). Entre ellos, está el ataque a la planta nuclear de Chernóbil,
la voladura de la represa de Kajovka y la de Zaporiyia, ataque que también llevó a cabo
Stalin en 1941, así como la peligrosa acción militar sobre la planta nuclear en Dniéper
(Ahn, 2023), la más grande de Europa. Todo lo anterior, hace parte de los repertorios
emocionales donde la ira cobra un especial sentido. En esta oportunidad, desde la orilla
ucraniana, se muestran respuestas agresivas frente a la defensa por la existencia (Tidy,
2022).
Irocracia, el gobierno desde la ira
La ira, como emoción política, ha sido objeto de estudio en la motivación de la violencia
étnica, la movilización del apoyo público y la toma de decisiones estratégicas. La ira es
una de las cuatro emociones clave junto con el miedo, el resentimiento y el odio
que pueden impulsar la violencia étnica (Schaller, 2005). Sin embargo, a diferencia de
las otras tres, la ira no es instrumental, no busca un fin específico, sino que surge como
un deseo de "arremeter" (Schaller, 2005; Seaton y Wu, 2023). Esta emoción se genera
en contextos de jerarquías étnicas y cambios políticos, donde la percepción de injusticia
puede llevar a un grupo a sentir resentimiento, miedo o, en casos de mayor intensidad,
ira. En ese sentido, la ira puede dirigirse hacia objetivos variables y no necesariamente
racionales, lo que la convierte en un factor impredecible en los conflictos étnicos. Es
importante destacar que estas emociones, incluida la ira, no son meros impulsos
irracionales, sino respuestas a interpretaciones de la realidad basadas en información y
creencias (Schaller, 2005).
Para Seaton y Wu (2023) la ira desempeña un papel crucial en la formulación de políticas
exteriores y la movilización del apoyo blico. Los líderes políticos a menudo utilizan la
ira para persuadir a la ciudadanía de respaldar acciones militares. Un ejemplo
emblemático es el caso de la Guerra de Irak, donde el presidente George W. Bush empl
un lenguaje cargado de emociones negativas, como el miedo y la ira, para justificar la
invasión en la lucha global contra el terrorismo (Rapoport, 2022). La investigación de
Seaton y Wu muestra que la ira, puede ser más efectiva para movilizar el apoyo público
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a acciones militares que las emociones positivas para iniciativas de paz (Seaton y Wu,
2023).
Por su parte, Mercer (2010) argumenta que la ira funciona como evidencia en la toma de
decisiones, especialmente en contextos estratégicos. Los líderes políticos pueden
interpretar sus propias emociones, como la ira, como indicadores de que su reputación o
credibilidad están en riesgo, lo que los impulsa a actuar de manera decisiva. Con base
en lo anterior, la ira puede influir en cómo se evalúan los costos y riesgos de una acción,
así como en la interpretación de las señales de otros actores (Mercer, 2010; 2013). Por
ejemplo, la ira puede llevar a un líder a descartar señales de advertencia o a sobreestimar
la amenaza de un adversario.
La ira es una emoción movilizadora y una de las s frecuentes en política (Carver y
Harmon-Jones, 2009; Fraccaroli, Druker, y Blyth, 2022). Dentro del marco de la guerra
entre Rusia y Ucrania, la ira se convirtió en una emoción que responde a la intención de
supervivencia, tanto para la idea de rusificar el antiguo espacio eslavo, como para marcar
la existencia de Ucrania.
El gobierno desde la ira o la irocracia, es la forma de tomar decisiones con base en la
emoción negativa y voluntaria de agredir al otro tras sentir vulnerada la propia identidad.
Puede incluso afirmarse que hay irócratas capaces de conducir la ira como mecanismo
de interacción política con la noción de imponer cosmovisiones absolutas. Sin embargo,
el proceso de toma de decisiones a partir de la ira sugiere que el irócrata es el gobernante
que ha hecho de la ira una forma de autoritarismo doméstico y expresión violenta sobre
lo extranjero, mientras que el gobernante y el colectivo ciudadano que recibe la ira del
otro gobierna con ira. Lo anterior quiere decir que mientras Vladimir Putin es un irócrata
al gobernar desde la ira, Volodymyr Zelensky gobierna con ira.
La irocracia es una característica de las formas de gobernar de líderes autoritarios. Todo
autócrata gobierna desde la ira y la muestra reprimiendo a sus gobernados y agrediendo
a otros Estados cuando siente vulnerada o violada su identidad existencial. A diferencia
de regímenes democráticos donde la ira de los gobernantes se degrada en el proceso de
toma de decisiones por medio del imperio de la ley (McVeigh, 2021; Woody, 1968), en
los autoritarios es la herramienta para darle forma a los abusos del líder tanto internos
como externos. Es una manera de encontrar su lugar en el mundo. Pues si en un gobierno
democrático donde las instituciones del sistema cumplen sus roles, el líder quiere abusar
desde sus emociones, hay sanciones gracias al sistema de frenos y contrapesos
(Corduneanu-Huci, 2019). Mientras que, en una dictadura, la ira del autócrata es una
institución, una irocracia.
Los irócratas se permiten el uso de todo tipo de instrumentos por conservar su régimen.
El estado de conservación de su autoridad sobre la ciudadanía reposa en mostrar una ira
implacable sobre cualquier acción que se salga de los cánones autocráticos. Si la
estabilidad de su régimen se ve amenazada por condiciones externas, validan formas de
autoconservación, así sea con el empleo de fuerzas mercenarias (Liik, 2022), es el caso
de la Rusia de Putin.
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Tabla 1. Ejemplos de irócratas recientes
Irócrata
País
Agresión sobre
población nacional
Agresiones sobre otros
Estados
Kim Jong-un
Corea del Norte
Represión política,
hambruna, trabajos
forzados
Desarrollo de armas
nucleares y amenaza a
Corea del Sur, Japón,
Estados Unidos y Australia.
Vladimir Putin
Rusia
Represión política,
asesinato de opositores,
destrucción de Chechenia.
Invasión a Ucrania,
agresión a Georgia.
Xi Jinping
China
Represión política,
vigilancia masiva, trabajo
forzado
Intervención militar en
Etiopía.
Recep Tayyip Erdoğan
Türkiye
Represión política, censura,
trabajo forzado, represión
política.
Intervención militar en
Siria
Saddam Hussein
Irak
Represión política, trabajos
forzados, desaparición
forzada.
Guerra contra Irán,
invasión de Kuwait.
Idi Amin
Uganda
Ejecuciones
extrajudiciales,
desaparición forzada,
esterilización forzada.
Invasión a Tanzania
Robert Mugabe
Zimbabue
Represión política,
hambruna, ataques
sexuales.
Intervención en guerra civil
de Mozambique
Omar al-Bashir
Sudán
Genocidio, represión
política, desaparición
forzada.
Guerra civil en Sudán del
Sur
Paul Kagame
Ruanda
Genocidio, desaparición
forzada.
Guerra civil en Congo-
Kinshasa
Fuente: elaboración propia.
No obstante, algunos autores han sugerido que la manera sobre cómo se ha diseñado y
mostrado la política exterior rusa desde febrero de 2022, es producto de un realismo
duro (Flockhart y Korosteleva, 2022). Sin embargo, hay una gran diferencia entre el
realismo como enfoque teórico que interpreta las acciones racionales en nombre del
Estado para su supervivencia, y un comportamiento iracundo. El primero es un proceso
lógico en un sistema anárquico por la búsqueda del interés nacional y la supervivencia
asumiendo que los otros actores son fuentes de competencia (Morgenthau, 1949; Buzan,
1993), el otro, es producto de una vulneración de ego que se intenta pasar por interés
nacional (van Wyk, 2017). La muestra está en que la ira de Ucrania no es una amenaza
existencial para Moscú, mientras que la ira de Rusia es una amenaza para la existencia
de Kiev.
Conclusión
Las emociones se han visto en las Relaciones Internacionales como subproductos
irracionales de los procesos cognitivos y, hasta hace relativamente poco, permanecieron
poco teorizadas en las cuestiones internacionales (Koschut, 2022). Las dimensiones
emocionales no estuvieron priorizadas en las clásicas agendas de investigación sobre los
procesos de elección racional ni en las lógicas de interacción política. De tal suerte, el
giro epistemológico ha dado origen a su involucramiento para el análisis de los problemas
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mundiales. En ese sentido, es relevante mostrar que la ira como emoción, es un
instrumento valioso para el análisis dentro de los estudios de las RI. Para eso, la invasión
de Rusia a Ucrania ocurrida desde febrero de 2022 se convierte en el estudio de caso
que ejemplifica las formas de la ira. De hecho, tras el motín de Wagner de junio de 2023
contra la autoridad de Putin, produjo en el líder ruso una respuesta desde la ira que tuvo
como consecuencia la muerte de Yevgeny Prigozhin.
En esta investigación, se mostró que la ira influye en las formas de interacción política.
Con base en la guerra de agresión de Rusia a Ucrania, este artículo propuso un marco
analítico novedoso, la irocracia. El concepto es producto de una hibridación de la ira como
emoción negativa y ofensiva con el régimen político autocrático, es una característica en
las formas de gobernar y de interactuar de los deres autoritarios. Es por eso que,
mientras Vladimir Putin es un irócrata al gobernar desde la ira, Volodymyr Zelensky
gobierna con ira tras la agresión.
Finalmente, este documento sirve para dar pistas sobre nuevas neas de investigación
dentro de marcos disruptivos en los estudios de las Relaciones Internacionales. Hacer
una lectura de las maneras sobre cómo la ira permite ciertas tensiones internacionales,
produce nuevos marcos interpretativos para explicar las posiciones de los gobernantes y
los embates globales.
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Irocracia en la Guerra Entre Rusia y Ucrania
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César Niño
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