Para el gobierno iraní el dilema inmediato es cómo responder a Israel. Puede lanzar más
misiles sin aviso previo tratando de traspasar el escudo antimisiles que tiene ese país.
Pero corre el riesgo de que la respuesta sea un ataque sobre sus instalaciones nucleares
y petrolíferas, como podría ocurrir en estos días. Si ocurriese, Irán podría destruir
instalaciones petrolíferas en la región, generando fuertes aumentos del precio del crudo
en el mercado internacional.
El ataque de Israel podría también ser preventivo. Si Irán no responde, tratando de
mantener la tensión sin llegar a una guerra abierta, perdería credibilidad como potencia
regional y entre los sectores más radicales del gobierno. Pero si responde y se llega a
una confrontación total, Israel cuenta con más medios militares, con el apoyo de EE. UU,
Gran Bretaña y algunos países árabes, y con armas nucleares.
En el largo plazo el escenario regional es muy peligroso. Arabia Saudita y los Emiratos
Árabes Unidos presionan desde hace años a EE. UU para que les transfiera tecnología
nuclear civil y militar con el fin de contener a Irán. A partir de la guerra de Gaza, Arabia
Saudita ha indicado que establecería relaciones diplomáticas con Israel si Washington
acepta esa transferencia, y si Israel se compromete a la solución de los dos Estados.
Rusia e Irán, paralelamente, están a punto de firmar un acuerdo de cooperación que
incluye cuestiones de seguridad. Moscú tiene buenas relaciones con Israel, y debe
cuidarlas debido a la comunidad ruso-judía que emigró desde la ex URSS en la década
de 1990. Pero trata también de mantener buenas relaciones con Irán, un importante
aliado regional en el contexto de la confrontación más amplia entre Moscú y Washington.
Las tres partes encuentran ventajas en mantener alianzas. China, por su lado, continuará
fortaleciendo sus relaciones con la región e Israel, sin intervenir en el campo de la
seguridad.
El error de Hamas y Hezbolá
Hamas consideró en 2023 que un golpe de efecto como el de octubre sería un llamado
de atención ante la falta de interés de la comunidad internacional hacia la ilegal ocupación
israelí de los territorios ocupados de Cisjordania (West Bank), Jerusalén Este y Gaza. A
la vez, Hezbolá puso en marcha los ataques limitados contra Israel en la frontera con
Líbano con el fin de que Netanyahu aceptara un alto el fuego en Gaza.
Pero el equilibrio mantenido durante años entre Israel, Irán y Hezbolá se ha deshecho.
Esta organización y Hamas subestimaron, al igual que EE. UU e Irán, el interés del
gobierno ultraderechista de Netanyahu y del ejército israelí de ir a una guerra en varios
frentes para la que se han preparado durante décadas, y en la que cuentan con el apoyo
de varios sectores de su sociedad, desde fanáticos y colonos hasta los que rechazan tener
como vecino a un estado palestino y temen otro 7 de octubre.
Israel tiene de su lado, pese a las críticas, a EE. UU y Europa, y a los gobiernos árabes
que odian y temen a Hamas y Hezbolá, aunque condenan las acciones israelíes porque
sus sociedades apoyan a los palestinos.
Un año después del 7 de octubre y 76 después de la creación del Estado de Israel, ni la
violencia ni la moderación les han servido a los palestinos para contar con un Estado en